La Habana se preparó para recibir a políticos del mundo en la Cumbre del G77+China, que se celebra desde el viernes, con una serie de obras y arreglos que buscan mejorar la imagen de la capital cubana, pero que también generan molestias y críticas entre los ciudadanos.
En los últimos días, se ha visto un fuerte despliegue de trabajadores que han pintado el pavimento, asfaltado las avenidas, recogido la basura y adecentado los jardines de las zonas por donde pasarán las delegaciones internacionales, que incluyen a más de una decena de jefes de Estado y de Gobierno.
Sin embargo, esta costumbre del régimen cubano de «dar colorete» a algunas áreas, para disfrazar el abandono de las infraestructuras ante la visita de líderes mundiales y la celebración de eventos políticos, contrasta con el estado ruinoso de otras calles y edificios que quedan fuera del foco mediático.
Muchos habaneros se quejan de que las obras solo benefician a los invitados y no a los residentes, que sufren problemas como los apagones, la escasez de alimentos y medicinas, o el deterioro de las escuelas y los hospitales.
Además, numerosos servicios estatales se han visto afectados por la cita internacional, desde médicos que han bloqueado sus agendas durante días para estar de guardia, a cuadrillas de técnicos que han aparcado otros proyectos para la puesta a punto del Palacio de Convenciones y el centro de prensa.
También se ha reservado toda la flota de vehículos de alquiler para las delegaciones internacionales hasta octubre, se ha cerrado decenas de calles y avenidas para facilitar los traslados, y se ha incrementado la presencia policial en puntos clave de la ciudad.
El canciller Bruno Rodríguez aseguró el jueves que la Cumbre sería «austera y simple», ya que se realizará en medio de las «difíciles condiciones de la economía cubana», pero resaltó el «apoyo del pueblo cubano» a la misma.
No es la primera vez que La Habana se somete a este tipo de transformaciones temporales. Ya ocurrió así en otras ocasiones, como la visita en 2016 del entonces presidente de EEUU, Barack Obama, o el rodaje de la superproducción de Hollywood Rápido y furioso en 2017.