“El Bautista”
Uno de los más grandes retos a los que se tiene que enfrentar Venezuela, más temprano que tarde, es tratar por todos los medios a su alcance, de recuperar uno de los valores fundamentales, en cualquier actividad que se realice, y aun cuando es intangible, nadie la puede tocar o ver en forma concreta, se percibe en las acciones y actuaciones de los hombres, mujeres, en el manejo de las instituciones públicas y privadas, y es la confianza que en este país se ha perdido en los últimos años, destruida sin compasión por el proceso revolucionario.
En efecto, hoy en el país el Gobierno no tienen ninguna confianza en el empresariado organizado del país, por el contrario ha tratado desde un principio de destruirlo y debilitarlo, a través de políticas económicas erradas; implementando un marco jurídico contrario al desarrollo de la economía, es más bien confiscatorio, a través de acciones como las ocupaciones de predios agrícolas en plena producción, estatización de empresas sin ningún tipo de compensación, eliminando todos los estímulos económicos y fiscales que pudieran permitir la reconstrucción de la economía.
La empresa privada, por su parte, tampoco tiene confianza en sus gobernantes, porque además de colocarles un “cerco” que cada día se cierra a su alrededor, hasta casi ponerlos de rodilla, durante los últimos 23 años se ha negado a atenderlos, no recibe a sus organismos de representación gremial, tampoco le ha dado respuestas a las numerosas y constantes proposiciones y recomendaciones que ha formulado el empresariado a través de Fedecámaras, Conindustria, Consecomercio, Fedeagro, Fedenaga, Asoquim, Cámara de Industria y Comercio de Caracas, Favenpa, las cuales no han sido atendidas y como ejemplo se recuerda la propuesta del empresariado de importar vacunas contra el Covid-19 para vacunar a sus colaboradores y el remanente donarlo para los planes sociales del Gobierno; tampoco la petición de revisar el decreto de las importaciones libre de impuestos, que después de 4 años de vigencia, tanto daño ha causado a los sectores productivos nacionales.
La falta de confianza se ha generalizado en el país, los ciudadanos antes de salir a la calle, se persignan, rezan un Padre Nuestro y le piden a Dios que los libre todo mal; la falta de confianza se respira en el aire, todo mundo se mira con recelo y vive con el temor que lo pueda ser víctima de un “arrebatón” y le quiten el teléfono, le roben la moto o el carrito que con tan esfuerzo aún mantiene; desde hace tiempo desapareció aquella figura que era señal de confianza y honestidad, que era “la palabra empeñada”, acción que tenía más valor que cualquier documento escrito, pero lamentablemente es la realidad que hemos estado viviendo en Venezuela en los últimos años.
Falta de confianza afecta a la República
En la primera parte de este trabajo, nos referimos a la parte doméstica, a la que nos toca vivir a diario a los venezolanos, porque la falta de confianza de la comunidad económica y financiera internacional ha alcanzado niveles de récords nunca antes vistos en la historia contemporánea de Venezuela, ejemplos que vemos a diario en los medios de comunicación y agencias internacionales donde a los representantes del régimen, le dan con las puertas en
las narices en organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y en general, la República en estos momentos está totalmente aislada luego que dejó de pagar los intereses de dos bonos, cayendo en default y a partir de ese momento, todos los amigos que tenía cuando la chequera petrolera estaba full, se fueron separando y la dejaron íngrima y sola.
Por otra parte, el país se ha endeudado de una manera brutal, se recuerda que para el 2006 la deuda externa de Venezuela era de US$ 26.000 millones, perfectamente manejable en medio de un boom de precios petroleros; sin embargo, en estos momentos, de acuerdo con cifras conservadoras de algunos economistas, el endeudamiento venezolano oscila entre los US$ 180.000 y US$ 200.000 millones, con una economía que en los últimos 8 años contrajo su PIB en un 87%, lo que contribuyó al empobrecimiento de la población que en estos momento está en 76% en pobreza extrema, viviendo una crisis humanitaria compleja de la cual no ha podido salir y por el contrario se agudiza.
Por supuesta que esta imagen que tiene el régimen que lleva las riendas administrativas de la República, ha tenido un impacto colateral nefasto en los distintos sectores nacionales, salvo muy contadas excepciones, también solamente con mencionar que tienen sus negocios en territorio venezolano, ya es más que suficiente para que comiencen a ponerle obstáculos, sobre todo a la hora de gestionar líneas de crédito para impulsar sus empresas en el país, o para adquirir materias primas e insumos para procesar en Venezuela, o por el contrario son tan onerosas las condiciones que les imponen y las garantías que les piden que una gran mayoría se desanima y persiste en sus intentos, por cuanto están conscientes que estos obstáculos solamente se superan honrando las obligaciones con los acreedores, lo que en estos momentos es cuesta arriba para Venezuela porque los escasos recursos que les está generando el petróleo, solamente le alcanzan para poner algunos paños tibios con sus obligaciones administrativas.
Un último ejemplo sobre esta lamentable realidad que genera la falta de confianza, la expuso el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos Armando Chacín, quien ratifica que se necesita financiamiento para volver a repuntar en el sector agropecuario, ya que se tiene un desfase tecnológico de 30 años, estimando que para aumentar el rebaño en 1.000.000 de animales, para volver a producir 6 millones de litros de leche/día y elevar en un 50% la producción de carne por encima de la demanda nacional, se requieren inversiones por el orden de los US$20.000 millones para poder ejecutar los proyectos que tienen el agro y la ganadería en Venezuela, por lo que han visitado 14 embajadas en el país, pero todos pasan por el tema de la confianza.
Confiamos que en el momento en que haya un cambio de rumbo político, cuando haya un gobierno que no considere a los empresarios como sus enemigos y se recupere la confianza, seguramente se darán también las condiciones para incrementar la inversión privada y retomar la anhelada tendencia de reactivación económica.