Julio Castillo Sagarzazu
Los chinos son una potencia expansionista, pero en esa tarea no se han valido de la fuerza de sus ejércitos, sino de sus comerciantes.
Efectivamente, dos de los más importantes legados de ese pueblo a la humanidad han sido: La Muralla China y la Ruta de la Seda. La primera una construcción eminentemente defensiva, para protegerse de los invasores y la segunda, la punta de lanza de su actividad mercantil en el mundo.
Sin embargo, hoy son la segunda potencia mundial y hasta allí no se llega por casualidad y con prescindencia del desarrollo militar.
Sus fuerzas armadas modernas, que sirvieron en actitud de defensa contra los japoneses, en la segunda guerra mundial, son hoy un portento de tecnología y de capacidad ofensiva, bien nunca se hayan probado en ese terreno, mas que como fuerzas de apoyo logístico en la guerra de Corea y la de Vietnam.
No obstante, no cabe duda que la creciente influencia en el mundo del gigante asiático, tiene que ser acompañada del crecimiento de su capacidad disuasoria, también en este campo.
Los “incidentes” alrededor de Taiwán, han revelado que su apresto de combate, también es una asignatura que han comenzado a repasar con rigor.
Pero volvamos a los verdaderos intereses expansionistas de China que son los de la influencia geopolítica, apoyada en el comercio y el desarrollo económico.
China tiene la ingente necesidad de asegurar la circulación de sus mercancías, como lo hizo, durante siglos, con la Ruta de la Seda. Su economía, fundamentada durante décadas en la exportación, necesita dotarse de puertos, infraestructura marítima y rutas seguras, a través del mundo.
A diferencia de Rusia, que ha cultivado por siglos, el deseo de Catalina La Grande de tener un puerto en “aguas calientes”, China los ha logrado por su extraordinaria situación geopolítica y por sus alianzas comerciales como la de los países del Pacifico, que le han dado una ventaja comparativa inmensa.
Para lograr estos avances, China nunca ha superpuesto sus intereses ideológicos o políticos. Su diplomacia esta alineada, en las grandes instancias multilaterales, con Rusia y otros países de la orbita antinorteamericana, pero sus relaciones bilaterales acogen a un abanico de naciones, lo repetimos, sin distingo de ideologías.
Valdría, en este momento, preguntarse: ¿Cuáles son los objetivos tácticos y estratégicos de hoy en día en China?
Tácticamente, es obvio que trata de liderizar a los intereses opuestas a los Estados Unidos y Europa sacando de ventaja, como la esta sacando en estos momentos, con la guerra de Ucrania, de una manera que ha puesto a Rusia a girar en su órbita y que la ha convertido en absolutamente dependiente de ella. Estratégicamente, también está claro que pisa con fuerza para “hincar una pica en Flandes”, en el propio patio trasero de los Estados Unidos.
Hoy avanza, con una pasmosa impunidad a hacerse de enclaves importantísimos en este hemisferio. Basta señalar con que es China la empresa administradora del Canal de Panamá, donde hasta hace poco ondeaba la bandera norteamericana; que tienen la concesión para la construcción de un eventual segundo canal entre el Pacifico y el Atlántico en Nicaragua; que se han hecho de otra, para construir un puerto en Mariel en Cuba; que han ido adquiriendo tierras en Islandia y Groenlandia, para completar la pinza que se cierra sobre los Estados Unidos. Algunos expertos en clima, aseguran incluso, que si el ritmo del calentamiento global continúa, se abrirán rutas marítimas en el norte, que podrían ser controladas por ellos, en las propias narices de Canadá y los Estados Unidos.
Los chinos, entonces a la chita callando, “haciéndose los suecos” y sin disparar un solo tiro, están a punto de hacerse de un control geopolítico en las antípodas de su territorio y todo bajo la mirada ingenua de algunos, e interesada de otros, que teóricamente deberían estar ocupados de que eso no suceda.
De manera que podemos concluir que Taiwán es un distractor. En realidad, su soberanía no es un problema para China. Lo que sí es un problema para los Estados Unidos y Canadá, es que ya la segunda potencia mundial, está a tiro de piedra de sus grandes intereses.
Julio Castillo Sagarzazu